El rincón de la mochila que no quiero más

Me olvidé de la mochila cargada en un rincón del cuarto. No lo podía creer, ¿tan fácil era?. En realidad ese fue el final; la cuestión acá es que me acerqué al rincón y la dejé con cuidado. Pensé que iba a pegar un salto y que se me iba a venir encima pero no. Me sorprendí de mi, fue increíble. Solo fue un momento. No más cargas (¿cargas de qué?), fue tan fácil, tan. Salí de casa y la sonrisa no se me iba. Me sentía tan liviana  y tan limpia. Esa noche me sentí tan yo, tan otra yo. Pero, sí, pero volví a casa y seguía ahí; esperando a que la agarre de nuevo. Me pedí perdón y la cargué de nuevo, no la podía dejar ahí, mi conciencia no me lo permitía. Otra vez los pensamientos. Pero me acordaba mis momentos de liviandad y cada vez se iba soltando un poquito, se iba yendo. Todavía mi mente trabaja en eso. Cada vez que iba a salir de casa trataba de dejarla, a veces me acompañaba (cuando cumplía la rutina) pero cuando no, ¡era tan yo!. Entonces, otra vez, me olvidé de la mochila cargada en un rincón del cuarto. No lo podía creer, ¿tan fácil era?.

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